El renacer de la energía muscular: levántate y camina

Por Dr. Lucio Cañete Arratia (lucio.canete@usach.cl)

Departamento de Tecnologías Industriales – Académico

Facultad Tecnológica

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Mientras las sociedades actuales evalúan y aprovechan fuentes de energía alternativas a los combustibles fósiles, aquella que facilitó la supervivencia de la humanidad durante millones de años, ahora ofrece diversas ventajas en el transporte urbano.

La energía muscular como capacidad de realizar trabajo, recibió un primer golpe con la Revolución Neolítica que incorporó animales domesticados en tareas pesadas de varios procesos productivos. Posteriormente, con la abolición de la esclavitud y la Revolución Industrial pareció haber recibido su tiro de gracia. Sin embargo, ahora que los conceptos de eficiencia y sustentabilidad inundan la retórica de científicos, políticos y empresarios; el cuerpo humano es mirado como una máquina subutilizada.

En efecto, muchas tareas que requieren el uso de energía generada desde centrales térmicas, nucleares, hídricas, eólicas o solares entre otras; pueden realizarse recurriendo al propio diseño evolutivo humano donde más del 35% de su peso es músculo esquelético, aquel que realiza trabajo en su entorno. No se trata de dejar de usar la lavadora automática y de fregar la ropa a mano, como tampoco de guardar el tractor y arar con picota. El asunto es usar la energía muscular donde existen ventajas comparativas y el transporte urbano parece ser una de ellas.

En efecto, la condición bípeda del ser humano, característica poco frecuente en el Reino Animal y muy rara cuando las extremidades inferiores alcanzan casi la mitad de la longitud del cuerpo, permite recorrer distancias horizontales consumiendo un mínimo de energía, toda fácilmente recuperable a través de una dieta balanceada. Es que tres millones de años de evolución desde un ecosistema de praderas permiten que una persona de 68 Kg camine durante una hora a la cómoda velocidad de 3,2 Km/hora consumiendo sólo 960 Kjoules. Si esa misma persona apura el paso a 4,8 Km/hora, que es generalmente la velocidad con la que se camina en una jornada laboral, se consumen 1280 Kjoules. Estos consumos son bastante modestos comparados con requeridos por los vehículos motorizados de transporte privado e incluso el público, sin considerar las externalidades negativas que esa persona provoca al usarlos cuando ocupa un espacio dentro de un bus y cuando lo hace detener para subir o bajar de él.

Considerando que más del 90% de la población chilena es netamente urbana, la caminata como alternativa de transporte es bastante atractiva y se preferencia respecto de otros modos de transporte cuando la distancia origen-destino sea menor a los 4 Km, cuando la vía sea expedita y segura, y cuando las condiciones atmosféricas sean favorables. Este último requisito descarta días de lluvia y calor intenso, así como los episodios de alta contaminación. Así una persona sana puede aprovechar su dotación biológica sin recurrir a vehículo alguno para desplazarse en la ciudad, aliviando las ya saturadas líneas de metro, autopistas y ciclovías.

Incluso dicha práctica puede reemplazar el tedio de un gimnasio, recinto al cual se acude para “quemar” un monto equivalente de energía a la utilizada en un viaje rápido a pie. Es más, algunas caminatas semanales de 25 o 30 minutos a paso rápido hacia un destino laboral o de regreso a casa no sólo pueden ser saludables, sino bastante amenas pues en dichos trayectos no existirán “tacos peatonales”.

(*) El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile.