La corrupción para los antiguos greco-romanos y para nosotros

Por Dr. Lucio Cañete Arratia (lucio.canete@usach.cl)

Departamento de Tecnologías Industriales – Académico

Facultad Tecnológica

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En el idioma castellano, los greco-romanos modernos empleamos muchas palabras heredadas de la Antigüedad Clásica, entre ellas la corrupción; la cual en la actualidad y particularmente en Chile, ha emergido como uno de los grandes problemas nacionales. A este respecto puede establecerse un paralelo de la concepción de dicho fenómeno entre ese pasado distante y el presente.

Así es posible identificar en el mundo antiguo una primera concepción de la corrupción que tiene una visión asociada al deterioro, a la degradación, a la desintegración. Dicha concepción se vincula con la naturaleza física de los entes, los cuales inexorablemente están destinados a perder su esencia si no se efectúa trabajo para retardar tal proceso. En la actualidad tal visión tiene una coincidencia con el fenómeno de entropía que tiende a degradar los sistemas y por otra parte a la negentropía como la energía necesaria para combatir tal deterioro.

Una segunda visión se relaciona con la impureza, con la inmundicia, con la suciedad. Es decir, desde este punto de vista no es algo que se pierde; sino algo que se agrega al ente de interés para desvalorizarlo. En la actualidad tal proceso tiene su paralelo en la contaminación entendida como la presencia de sustancias, elementos, energías o similares en cantidades cuyo exceso dañan al sistema.

Una última y tercera visión es aquella donde el ente enferma, emergiendo una componente biológica ausente en los dos puntos de vista anteriores. En la actualidad puede encontrarse un paralelo en la patología referida a los trastornos funcionales de los sistemas vivos o formados por seres vivos.

Realizado un consolidado con estas tres visiones, no encontramos una analogía nítida en la legislación anti-corrupción chilena, sino en la legislación ambiental la cual es mucho más completa y exigente. En efecto, para la primera visión está tipificada la erosión y la degradación de suelos entre otros fenómenos que consideran la pérdida de cualidades valiosas debido al retiro de materia o energía; contrario a la segunda visión donde el daño es debido a algo que se adiciona. Para la tercera visión están tipificadas las plagas y pestes como daños ecosistémicos.

Finalmente, tanto para los greco-romanos antiguos como para nosotros, la corrupción como fenómeno es una metáfora de un fenómeno indeseado que tiene un antónimo: integridad. Este último concepto en su etimología hace referencia a un ente que no se toca, que se mantiene intacto en su buen cometido moral para el cual fue concebido pese a las fuerzas externas que lo pueden desviar. Tal concepción ha sido en el presente notoriamente aceptada y explotada en la cultura popular a través de personajes incorruptibles que en el cómic, cine y televisión luchan contra la corrupción y que en esa difícil labor han sido denominados por la sociedad como los “intocables”. Ciertamente un intocable para ser considerado como tal, no se degrada, no se contamina y tampoco se enferma pese a interactuar en un medio inundado por la corrupción.

“El contenido expresado en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no representa necesariamente la posición de la Facultad Tecnológica de la Universidad de Santiago de Chile”.